Ir al contenido principal

Entradas

Imaginerías

I. Miedo. Me desperté´sobresaltado, no era mi habitación, ni mi cama. Los gritos que llegaban desde el otro lado de la puerta, me lastimaban, me contagiaban un dolor inconmensurable. La idea de que esos gritos también fueran míos, me aterraba, paralizandome. Los pasos cada vez más cerca, el ruido de las llaves, el picaporte y el chirrido de la alarma del despertador… II. Fobia canina. Odio los perros, ladran a las tres de la mañana, tienen pulgas, defecan en el jardín, te roban el asado. Pero aquí en Soneca no hay perros, solo gatos. III. La Ganga. _Te dije que no comprarás esa cosa. Que era raro lo barato. Pero claro; Vos no! _Bueno Amor yo que iba a saber que era caníbal el bicho. IV. El Cazador. El cazador se afirmó al suelo, preparó su arma y apuntó al ciervo que pastaba despreocupado. El león se agazapa, piensa en la buena suerte de encontrar una presa tan quieta. Nunca había comido cazador. V. Sicario. La hormiguita iba con su hojita, por un caminito del jardín. El niño la mató a...
Entradas recientes

Frío aniversario

 Victoria recorrió con la mirada la cocina, miro el comedor en penumbras iluminado por un par de velas agónicas y volvió a revisar el celular. No había mensajes nuevos. Retrocedió la conversación que era más un monólogo, activo su último audio y lo escucho; _ !¡Pedazo de hijo de puta!. Decime, a ver...Decime que te olvidaste de nuestro aniversario. Forro cuando es tu cumpleaños o de la Vieja puta de tu Vieja, ¿yo me olvido?. ¡No!, la boluda siempre se acuerda, acá te estaba esperando con velas, medias de naylón bordadas, la lencería y ese vestido rojo que te gusta tanto y vos pedazo de reventado te olvidas. ¡Putito!… Se tensiono sobre la mesada y arrojó la taza con café frío, que exploto contra la pared blanca de enfrente. El líquido marrón parecía sangre, que brotaba de la pared herida; que brotaba del corazón partido de Victoria. Tomó nuevamente su celular, selecciono todo el monólogo que se desarrollaba desde hacia tres horas y selecciono eliminar, la aplicación desplego su preg...

Ballena Muerta.

  La estación de trenes de Ballena Muerta estaba a unos quinientos metros de la ruta comunal que traía a los turistas que huían de los paisajes prefabricados de Ushuaia y del indigenismo hippie de Tholuin. Al contrario, que las otras ciudades del Archipielago de Tierra del Fuego, que fueron creadas por la iniciativa del gobierno en una carrera territorial con el gobierno vecino; Ballena Muerta se creo a partir de una estancia en Bahía Mitre, un empresario alemán amigo de un general que fue presidente del país compró la concesión de la lobería, el aserradero y la peletería, después se instalo allí con una docena de alemanes y croatas, trajo a un arquitecto urbanista francés que había sido compañero de un tal Le Corbusier, que era muy famoso pero no podía venir a cumplir el sueño de una ciudad europea en aquellos parajes que albergara en principio a quinientas familias y a unas decenas de empleados administrativos y policías que de haberse hecho realidad, hoy sería recordada como la ...

La mesa del bar.

Los dos estábamos sentados en la esquina de Francia y Salta, en el bar “El Luchador”, habíamos elegido la mesa sobre la segunda vidriera-la más alejada- para no sentir el viento frío que entraba por la puerta cada vez que se abría. Ismael miraba hacia afuera, la avenida casi vacía, algún que otro auto transportando zombis, también algún que otro autómata caminando embutido en una campera, que asemejaba una camisa de fuerza. Yo terminaba de hojear la timba y confirmando que continuaba siendo un medio pelo, cerré la revista y terminé mi cafecito, mire a través del mismo vidrio, me estaba aburriendo. - Te acordas de Segismundo?..-pregunté de golpe. Podría haber preguntado cualquier otra cosa, pero se me cruzó la figura desgarbada por la cabeza. Ismael me miró, como pensando y algo puso en marcha su cerebro. -El flaco de la ferretería?.. -Ese mismo… - El Segi, claro como no me voy a acordar. Nunca se pagó un café, pero como sabía de fúlbo el tipo. Y, como anda?. -Como que como anda?. -Clar...

Pedaleo.

  En la radio, sonaba una chacarera de los Hermanos Orellana, mientras Armando tomaba el primer mate, hizo un mohín con la boca y el costado de la nariz y le agrego más hojas de stevia. Desde niño odiaba el gusto amargo en los alimentos, si bien no era mañoso para comer o beber, si necesitaba suavizar su gusto hasta hacerlos tolerables a su paladar. Solo cuando la infusión llegó a ese punto, abrio la puerta que comunicaba con el jardín y desvió la vista al escuchar los maullidos, buscando a su gato Milanesa, pero solo veía las sombras y la oscuridad que aún invadía todo. Milanesa maulló de nuevo y se dejó caer junto a la puerta, Armando pegó un salto: -La putamadre Milanesa!, dale pasa, pasa...-le dijo al animal, que parecia entender y entro contorneándose, se acarició en su pierna y continuo caminando hacía las habitaciones, un rato después cuando él pasara al baño. El gato estará durmiendo en su lado de la cama, junto a esa mujer que convivía con él, cada mañana al ver esa escena...

La despedida de la Maga.

La Maga era gris como las nubes del otoño. Había llegado a mí un día del frío invierno del `93, en que fuí tras las primeras noticias de hostigamiento hacía los mapuches. Un tal Van Dick mandaba sus matones para sacar de sus tierras a los pueblos originarios y a los campesinos criollos, descendientes de los primeros gauchos que llegaban huyendo de la leva buscando refugio en las tolderías de Nafuncura. El descendiente de los galeses y mercenarios ingleses, los que cortaban las orejas de los onas para cobrar al patrón por oreja, seguía con la tradición de sus ancestros de cobrarle a su patrón por indio o gaucho muerto. Allí en esas tierras yermas, un hombre grande que parecía el yeti de las leyendas; me invita a su casa. Una cabaña de tablas forrada con nailón grueso en cuyo centro ardía una fogata de troncos en un pozo de paredes de piedra. Como dije era un hombre grande, corpulento; era alto como una puerta y sus brazos deberían de tener unas siete pulgadas de grosor, su pelo largo ha...

El oso maloso

  Había una vez, un bosque muy, pero muy lejano donde sus animales hablaban y vivían como las personas del valle que continuaba y se extendía hasta el horizonte. En el bosque vivía un oso. Un oso muy monstruoso, un poco vanidoso y los que le conocían decían que era goloso y maloso. El rey del bosque era Maloso, porque como ya saben no hay leones en el bosque. La reina del valle era una chiquilla caprichosa y muchas veces mentirosa, que deseaba convertir el bosque en su cancha de criquet. Pero su padre había firmado un pacto con Maloso, que decía: “EL BOSQUE NO SE TOCA” El invierno ya se terminaba y la señora Primavera desplegaba su vestido de flores silvestres y mariposas. Así que el oso meloso se despertó de su sueño grandioso, porque como todos los osos en invierno se duermen, esquivando el frío, hasta la primavera. La reina pensó en aprovechar eso para atacar el bosque, pero sus generales se negaron a marchar en el frío invierno. La chiquilla gritó y gritó por el castillo hasta ...